La Cota mil serpentea al ras de El Ávila desde La Urbina hasta San Bernardino. Desde allí -atrapada en una cola o rodando libre- disfruto la vista Norte-Sur de Caracas, mientras la recorro de este a oeste o viceversa.
Proyectada en 1951 y, a pesar del beneficio que traería a nuestra ciudad su culminación -está previsto que llegue hasta Catia y de allí conectar con la autopista Caracas- La Güaira-, sigue inconclusa. Aquí les dejo un artículo que cuenta su historia y otro donde reseñan que ya se iniciaron los trabajos de ampliación.
Pero de lo que quiero hablarles es del mirador. Ubicado al norte del tramo comprendido entre Altamira y La Florida. Los caraqueños, además de disfrutar el cierre de la avenida todos los domingos para caminar, correr, andar en bici o en patineta, también pueden merendar en las pequeñas terrazas y hacer yoga, bailoterapia y otras actividades deportivas y recreativas cualquier día de la semana en estas áreas rescatadas.
No es muy grande pero todo espacio público se agradece y mucho más, sí desde allí tocamos a nuestro amado cerro. El Ávila. Esa montaña arraigada en el imaginario de los caraqueños y de todo aquel que llegue a nuestra ciudad y sienta su presencia, enorme, mansa y verde. Cualquier época es buena. Así es de generosa esta ciudad que cambia de color y de calor todos los días de todos los años.
Además de la vista y del canto de los pájaros puedes sentir el sonido profundo y duradero de una pequeña réplica de La campana de la amistad que el gobierno de Corea nos regaló en el Bicentenario de la Independencia.
Así que acércate. Hay estacionamiento, sombra y una docena de pipotes para desechar -clasificados- los desechos sólidos.
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