Mitchele Vidal | @imagenesurbanas

martes, 1 de noviembre de 2011

Plaza Los Palos Grandes, un espacio público 2.0



Son las seis de la tarde y la luz característica de esa hora, en Caracas, esplende sobre la plaza. Hay niños jugando pelota; adolescentes intercambiando monosílabos mientras envían mensajes de texto; señoras en animada conversa; mascotas atentas a todo lo que pasa, especialmente, a las risas de los niños que chapotean sobre chorros emergiendo de una cuadrícula iluminada. Sobre la acera, un par de heladeros despachan su dulce y nevada mercancía y en la esquina la muchacha que atiende el kiosco de Turismo Chacao le explica a una pareja que ya la plaza cumplió un año de inaugurada. 
Estas imágenes, con las particularidades de cada día, se repiten de lunes a lunes. Nada impide que los vecinos de Los Palos Grandes disfruten el primer espacio público construido en Caracas desde la plaza Bicentenario, en 1983. Hace largos 28 años…
El proyecto lo comenzó en 2007 el arquitecto Edwing Otero y fue inaugurado el 19 de abril de 2010, con la idea de dotar a esta urbanización caraqueña de un espacio público, ya que no contaba siquiera con un parque. Su valor en nuestro contexto urbano es mayor pues partió del cambio de uso de unos terrenos que albergaban comercios vecinales. 

Plaza + biblioteca + estacionamiento + salas de encuentro
La plaza ocupa un cuarto de manzana abierta hacia la 3ª avenida y la 2ª transversal de Los Palos Grandes. El terreno, de planta rectangular limita por dos de sus caras con edificaciones residenciales, lo cual determina su apertura hacia esas dos calles. El conjunto está conformado por la biblioteca, cuyo volumen de vocación horizontal, alberga en el nivel de la plaza la Ludoteca. Un espacio infantil que permite el acercamiento de niños a la lectura, a través de actividades y juegos de creatividad. En el nivel superior se encuentra la Sala de lectura. Desde allí, se disfruta de una vista de toda la plaza. Su fachada transparente ilumina el espacio interior con generosidad tropical.

Hacia el lindero oeste de la plaza se eleva una caminería con jardineras profundas y bancos; es la prolongación al aire libre de la sala de lectura. A esta terraza también se accede desde una escalera que rodea a un monolito que será rematado por un reloj suizo. Único elemento que marca, en línea ascendente, la integración visual con el edificio de Salud Chacao.
Hacia el norte se construyó un pequeño anfiteatro, multiplicando de esta manera los usos que pueden desarrollarse allí. 

Pero el elemento que protagoniza desde el punto de vista urbano este nuevo espacio público es la ligera cubierta que proyecta una tenue y cinética sombra sobre el pavimento. Su esbelta estructura metálica rematada por una leve parrilla del mismo material parece “volar” sobre los bancos y la vegetación. Da la sensación que en cualquier momento se escapará como una sombrilla arrastrada por la brisa. Precisamente, su extrema ligereza le ha valido críticas de algunos colegas a su autor, el arquitecto Edwing Otero. La tachan de “tímida” y “fuera de escala”. 

Pero eso es para los arquitectos porque para los niños lo más divertido de la plaza Los Palos Grandes son el espejo de agua, donde van a dar pelotas y barquitos y los chorros que se encienden cada tres horas para refrescar a todo el que se anime a jugar con el agua chispeante que desafía la gravedad. 

Debajo de la plaza hay un estacionamiento con capacidad para 140 puestos, dos niveles con espacios para dictar talleres, la biblioteca Francisco Herrera Luque y la sala Eugenio Montejo. Ilustres representantes de nuestras letras que vivieron en este barrio poblado de edificaciones erigidas en la década de los ’50 y de los tempranos ’60. Precisamente, el vacío urbano que configura la plaza pone de relieve el deterioro de algunas de las fachadas de los edificios contiguos; e invita a continuar con la intervención de estas edificaciones en cuanto a restaurar mosaiquillos y despejar ventanales. Pero esa es otra historia.

Por ahora, los habitantes del “Soho caraqueño”, como se ha dado llamar a esta zona llena de pequeños restaurantes, tradicionales panaderías y tiendas de diseño criollo cuentan con un espacio para la convivencia ciudadana, en armonía y disfrutando de nuestro privilegiado clima. Todo cubierto por la nube de la tecnología inalámbrica. Así que enciende tu lap top, escucha las risas y disfruta de un espacio público 2.0.

Artículo publicado en la edición 55 de la revista ConstruArte.

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