En diciembre cumplí 3 años de haber salido de Caracas y en plena Navidad me encontré con un montón de imágenes sobre una "imponente decoración navideña" sobre El Guaire y, bueno, no podía dejar de escribir sobre eso.
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Luz sobre el Guaire, nuestro río sepia.
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Esta acción urbana podría ser una alegría para los caraqueños, pero cómo va a serlo si El Guaire es una herida purulenta. Cómo vamos a celebrarlo si ninguno de los gobiernos locales ni nacionales se ha propuesto lo que verdaderamente necesitan Caracas y su río: SANEARLO.
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Pero claro, es más fácil prender unas lucecitas, activar los selfies sobre una de nuestras vergüenzas, porque desde hace meses cientos de jóvenes arriesgan su vida ahí buscando "tesoros" para canjearlos por unos billetes que no compran nada. Porque la misma funcionaria que prometió sanearlo se burló de los opositores que cayeron en sus aguas fétidas huyendo de las balas.
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Porque hay que ser demasiado caradura para hacer una exhibición de luminarias en la capital del mismo país que vive eternas jornadas a oscuras.
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Una patada en el hígado. Otra.
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Las reacciones en las redes van desde alegrarse por el fresquito navideño hasta la ira desatada y justificada porque -de nuevo- los comunistas tapan con propaganda su podredumbre. En eso son expertos.
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No diré aquí la palabra que más he oído sobre esta "instalación". Porque me resisto a pensar que el único destino de nuestro río y las 22 quebradas que lo acompañan es el abandono. Porque sé que cuando podamos [re] pensar nuestra ciudad el Guaire tendrá el sitio protagónico que merece rodeado del verde fácil de Caracas y no la espalda, la mentira. La careta miserable con que cubren todo los que solo saben destruir.
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FOTOGRAFÍA: @dieguisimo .
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