Esta es otra de las caras del Santiago actual. La que no está rota, saqueada o quemada. La blindada.
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Detrás de cada lámina metálica hay una vitrina protegiéndose de la violencia. De un local de cadena, por supuesto; porque los pequeños comercios perdieron el único que tenían en manos de una turba enardecida. Y junto a cientos de negocios se evaporaron 100.000 puestos de trabajo.
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Antes de seguir aclaro que el hecho de condenar la violencia contra la ciudad y sus bienes no me hace avalar la represión contra las personas. Esa es una ecuación terrible que defienden los que piensan en blanco y negro.
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Lamento enormemente las vidas y los daños a las personas porque son irrecuperables. De igual manera condeno firmemente el vandalismo y la destrucción a los bienes de todos.
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Es la ciudad el espacio donde viven la inmensa mayoría de los que habitamos en Chile. Son sus veredas, plazas, Metro, micros y demás elementos urbanos un conjunto que expresa conquistas ciudadanas. Civilidad, civismo.
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Ojalá más pronto que tarde sean más, muchísimos más los que además de reivindicaciones sociales pidan también el cese a la violencia.
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