"San Isidro Labrador
quita el agua y pon el sol
que esta noche cuando rece
yo te ofrezco una oraciòn."
que esta noche cuando rece
yo te ofrezco una oraciòn."
Pasè muchos recreos de mi infancia recitando esta plegaria. Los que habitamos esta tierra bendita de dos estaciones -seca y lluviosa- muchas veces vimos frustradas nuestras ganas de salir a jugar debido a la lluvia. Pero el daño no pasaba de ahì. Los que nacimos entre mayo y octubre, perìodo oficialmente "lluvioso", casi tenìamos garantizado un chaparròn en nuestra piñata. Entonces, este verso se hacìa coro. Se necesita del sol para romper una piñata en la grama.
Pero el periodo lluvioso se ha extendido y ¡còmo!
La primera vez que lo sufrì fue en 1996. Mi hija cumplìa su primer año y yo llevaba varios meses preparando su piñata. La fiesta fue en un parque la ùltima semana de noviembre y el aguacero que cayò fue tal que asistieron la mitad de la mitad de los niñitos que invitè. Menos mal que habìa contratado a un cuentacuentos; y hoy, què ingrata, ¡no recuerdo el nombre de quien nos salvò la fiesta! Lo cierto es que no hubo San Isidro, ni cuchillos cruzados sobre plato de torta -sincretismo caribeño- que amanzara la furia del agua. A la hora del cumpleaños-feliz-te-deseamos-a-ti... tenìamos el barro hasta las rodillas. Llegaba diciembre y no se asomaba el azul caracterìsitico de nuestro cielo decembrino.
La segunda arremetida lluviosa fue en 1999. La lluvia cayò incesante y produjo la dolorosa tragedia de Vargas y parte del estado Miranda donde fallecieron -segùn unas cifras para nada conclusivas- màs de 7.000 personas. Ni hablar de los que se quedaron sin hogar. El año pasado tambièn hubo derrumbes considerables, especialmente en el estado Miranda. Hoy, 11 años despuès de la vaguada de Vargas estamos bajo las aguas y lo peor es que no aprendimos la lecciòn.Ya van 11 dìas continuos de incesantes aguaceros de la mayor intensidad desde que tenemos cifras. Es decir, 122 años. Fecha en que fue fundado el Observatorio Cajigal; instituciòn llamada a hacer estas mediciones. Los daños son enormes. Hasta el momento 34 personas han perdido la vida y se cuentan màs de 90.000 damnificados. Vìas obstaculizadas por derrumbes de terrenos adyacentes o peor aùn colapsadas debido a que los terrenos que las cimentaban cedieron bajo las aguas. Pero, ¿era predecible esta situaciòn? Por supuesto que sì. En un paìs tropical donde año tras año se ha incrementado el caudal de lluvias no sòlo en la duraciòn sino en la intensidad y los indicadores señalan que seguirà siendo asì; donde màs del 50% de las viviendas son autoconstruidas y un altìsimo porcentaje de ellas se encuentra en terrenos vulnerables, a orilla de quebradas o sobre el cause natural de muchas de ellas; donde no existe ninguna implementaciòn de polìticias pùblicas para enfrentar contingencias; donde impera la tala indiscriminada de cerros y la ejecuciòn de taludes en contra de la topografìa; donde los desechos sòlidos (ni clasificados, ni reciclados, ni recogidos con la mìnima eficiencia esperada) van a parar a alcantarillas y desagues desatendidos en el perìodo seco. En fin, una sumatoria de factores que un gobierno con laaaaaargos 12 años de antiguedad no enfrenta, no resuelve, no atiende.
Todos los venezolanos estamos afectados. Los que perdieron su humilde vivienda construida durante años de ahorro y de trabajo, a punta de subir al cerro bloques y cabillas; los que temen perderla porque el gobierno està llamando a invadir viviendas desocupadas temporalmente; los que estàn trabajando incansablemente en recoger insumos y alimentos para ayudar a los que han perdido todo; los que transitamos por una vialidad colapsada y en lugar de tardarnos las dos o tres horas acostumbradas en el trànsito caraqueño -que ya no da màs- perdemos cuatro o cinco en llegar a nuestras casas; los que no duermen pensando si su vivienda resistirà otro aguacero; nuestros niños y jòvenes que pierden clases y se encuentran expuestos a quièn sabe cuàntas enfermedades como consecuencia de esta situaciòn.
Que quede claro. Esto no es un terremoto de enormes proporciones, un tsunami, ni nada parecido. Esta es una situaciòn que se viene repitiendo año tras año sin que se tomen las medidas necesarias. Ya acotamos los caudales excesivos de agua en esta temporada pero las consecuencias son producto de lo que no se ha hecho en materia de infraestructura. De lo que no se ha planificado. De lo que no se ha construido ni mantenido. ¿Hasta cuàndo?
Imàgenes tomadas de http://www.voluntadpopular.com/voluntariosenred/?tag=caracas
Pero el periodo lluvioso se ha extendido y ¡còmo!
La primera vez que lo sufrì fue en 1996. Mi hija cumplìa su primer año y yo llevaba varios meses preparando su piñata. La fiesta fue en un parque la ùltima semana de noviembre y el aguacero que cayò fue tal que asistieron la mitad de la mitad de los niñitos que invitè. Menos mal que habìa contratado a un cuentacuentos; y hoy, què ingrata, ¡no recuerdo el nombre de quien nos salvò la fiesta! Lo cierto es que no hubo San Isidro, ni cuchillos cruzados sobre plato de torta -sincretismo caribeño- que amanzara la furia del agua. A la hora del cumpleaños-feliz-te-deseamos-a-ti... tenìamos el barro hasta las rodillas. Llegaba diciembre y no se asomaba el azul caracterìsitico de nuestro cielo decembrino.
La segunda arremetida lluviosa fue en 1999. La lluvia cayò incesante y produjo la dolorosa tragedia de Vargas y parte del estado Miranda donde fallecieron -segùn unas cifras para nada conclusivas- màs de 7.000 personas. Ni hablar de los que se quedaron sin hogar. El año pasado tambièn hubo derrumbes considerables, especialmente en el estado Miranda. Hoy, 11 años despuès de la vaguada de Vargas estamos bajo las aguas y lo peor es que no aprendimos la lecciòn.Ya van 11 dìas continuos de incesantes aguaceros de la mayor intensidad desde que tenemos cifras. Es decir, 122 años. Fecha en que fue fundado el Observatorio Cajigal; instituciòn llamada a hacer estas mediciones. Los daños son enormes. Hasta el momento 34 personas han perdido la vida y se cuentan màs de 90.000 damnificados. Vìas obstaculizadas por derrumbes de terrenos adyacentes o peor aùn colapsadas debido a que los terrenos que las cimentaban cedieron bajo las aguas. Pero, ¿era predecible esta situaciòn? Por supuesto que sì. En un paìs tropical donde año tras año se ha incrementado el caudal de lluvias no sòlo en la duraciòn sino en la intensidad y los indicadores señalan que seguirà siendo asì; donde màs del 50% de las viviendas son autoconstruidas y un altìsimo porcentaje de ellas se encuentra en terrenos vulnerables, a orilla de quebradas o sobre el cause natural de muchas de ellas; donde no existe ninguna implementaciòn de polìticias pùblicas para enfrentar contingencias; donde impera la tala indiscriminada de cerros y la ejecuciòn de taludes en contra de la topografìa; donde los desechos sòlidos (ni clasificados, ni reciclados, ni recogidos con la mìnima eficiencia esperada) van a parar a alcantarillas y desagues desatendidos en el perìodo seco. En fin, una sumatoria de factores que un gobierno con laaaaaargos 12 años de antiguedad no enfrenta, no resuelve, no atiende.
Todos los venezolanos estamos afectados. Los que perdieron su humilde vivienda construida durante años de ahorro y de trabajo, a punta de subir al cerro bloques y cabillas; los que temen perderla porque el gobierno està llamando a invadir viviendas desocupadas temporalmente; los que estàn trabajando incansablemente en recoger insumos y alimentos para ayudar a los que han perdido todo; los que transitamos por una vialidad colapsada y en lugar de tardarnos las dos o tres horas acostumbradas en el trànsito caraqueño -que ya no da màs- perdemos cuatro o cinco en llegar a nuestras casas; los que no duermen pensando si su vivienda resistirà otro aguacero; nuestros niños y jòvenes que pierden clases y se encuentran expuestos a quièn sabe cuàntas enfermedades como consecuencia de esta situaciòn.
Que quede claro. Esto no es un terremoto de enormes proporciones, un tsunami, ni nada parecido. Esta es una situaciòn que se viene repitiendo año tras año sin que se tomen las medidas necesarias. Ya acotamos los caudales excesivos de agua en esta temporada pero las consecuencias son producto de lo que no se ha hecho en materia de infraestructura. De lo que no se ha planificado. De lo que no se ha construido ni mantenido. ¿Hasta cuàndo?
Imàgenes tomadas de http://www.voluntadpopular.com/voluntariosenred/?tag=caracas
En su total incompetencia esté gobierno sigue siendo consecuente en cambiar el nombre a todo, ahora nuestras otrora dos estaciones: Lluviosa y sequia se renombran, una de incendios forestales y apagones y la otra de derrumbes e inundaciones y lo peor es que para esta lucha no sirven las AK47, ni los Sukoy, los submarinos y ni siquiera los helicópteros rusos que en vez de aterrizar se caen, sí, San Isidro quita el agua, pon el sol, aunque vuelvan los apagones...
ResponderEliminarSaludos