Mitchele Vidal | @imagenesurbanas

miércoles, 30 de diciembre de 2015

CARACAS


Aunque cada vez publico menos en éste, mi primer espacio dedicado a Caracas y  lo bueno que tiene para ofecernos, no quiero que termine el 2015 sin dejar registro fotográfico de mis andanzas caraqueñas y las maravillas que en ellas encuentro.

Ahora publico mucho más en Instagram y en Facebook, porque recibo más feedback. Así que aquí les dejo la selección de Instagram basada en los "Me gusta" que recibieron mis fotos.De izquierda a derecha y de arriba a abajo, les cuento detalles del sitio en el que fueron tomadas.

Solo eso y desearles todo lo bueno para el próximo año: salud, amor y tiempo para disfrutalos.

1. De la serie #CaracasDeRetro va esta ráfaga de motorizados en la autopista Francisco Fajardo. Tomada desde mi carro, lugar donde paso varias horas al día.

2. De la serie #Portones. Color, geometría y creatividad convierten este "mal necesario" en una vitrina de diseño interesante. Me alegró mucho que esta foto fuera destacada en la #TareaDomingoRMTF concurso semanal que propone el fotógrafo venezolano Roberto Mata y que ya llega a 60 ediciones dominicales.

3. Aula abierta. En mi #UCV, por supuesto. En uno de mis espacios favoritos de la Ciudad Universitaria: los pasillos donde los estudiantes comparten y aumentan sus conocimientos.

4. #ArteUrbano es lo que sobra en Caracas, convirtiéndola, como decía el Arq. William Niño Araque, en una ciudad museo. En este caso se trata de una obra del Maestro Carlos Cruz-Diez ubicada frente al Centro Plaza, en la Av. Francisco de Mranda.

5. Balcones del edificio Marialaya. Lugar donde viví durante mi infancia y que hoy se encuentra tan bello como entonces. El Marialaya es uno de tantos edificios que representan la modernidad caraqueña. Momento de esplendor de nuestra arquitectura local.

6. La capilla de #ParqueCentral inserta en ese gran complejo residencial, comercial y corporativo, obra de los arquitectos Siso y Fernández-Shaw. También detacada en la #TareaDomingoRMTF ¡Gracias!

7. Mi #Ávila visto desde la calle Santa Ana de El Cafetal. Mi norte, mi cerro. Lo que más extraño cuando dejo Caracas.

8. #ArteUrbano el que más me gusta porque puede ser visto por todos y a toda hora. En este caso se trata de una escultura de Francisco Narváez, ubicada en la Plaza Carabobo, junto a la estación del Metro Parque Carabobo.

9. Y por último, en esta selección de 9 #ImágenesUrbanas les dejo la escalera del Edificio Royal Palace, regia en sus detalles y en la selección de los materiales. 


 ¡Feliz 2016!

domingo, 12 de julio de 2015

VICTORIA SABROSA


La avenida Victoria y Vanessa Rolfini comparten tres cosas: la inicial de sus nombres, el gusto por la comida y la vida vecinal. Puedo seguir con las coincidencias: V de Venezuela; territorio abierto a inmigrantes que sembraron el gusto por sus sabores dejando saberes. 

A disfrutar esto fuimos 19 caraqueños ávidos de recorrer un sector lleno de historias y personajes amorosamente ligados a la gastronomía. Aquí va mi crónica escrita con el olor y el sabor de la matinal jornada en la Av. Victoria. 

Nos enconcontramos en la Plaza Los Símbolos. Ícono patrio que rinde homenaje a la bandera, el escudo y el himno nacional. De allí, partió una caminata que se extendió hasta pasado el medio día y nos dejó con ganas de seguir descubriendo los rincones de esta avenida ancha, de edificios bajos y alta calidad arquitectónica. La Av.Victoria está plena de obras construidas por italianos, que vinieron allende los mares, atraidos por las oportunidades que ofrecía nuestra tierra de gracia a esos seres golpeados por la gran guerra. Aquí encontramos patrones repetidos en otras zonas de Caracas: pavimentos de granito y mármol policromado; cornisas orgullosas, pérgolas, portales y un gran cuidado en los detalles de herrería. Han pasado más de 60 años desde entonces y el tiempo y la desidia han hecho estragos en las fachadas , a pesar de que la Av. Presidente Medina -su nombre "oficial"- tiene una declaratoria como Bien de Interés Cultural de Venezuela, poco o nada se ha hecho por rescatarla.

Recientemente la alcaldía de LIbertador, bajo el programa Barrio nuevo, barrio tricolor, ha emprendido unos trabajos de maquillaje. No puedo llamar de otra manera al hecho de pintar los edificios sin saber cuál es el criterio y olvidando por completo la noción de conjunto que implica la recuperación de aceras y el alumbrado público. En fin.

Pero vamos a lo que vinimos: a contarles de los placeres gastronómicos que conocimos gracias a Vanessa Rolfini y a sus vecinos hospitalarios y generosos. La Ruta golosa, así la llama su creadora, se repite cada 2° sábado del mes. Así que pendientes porque es muy recomendable, grata y ¡pruebas delicias!

El desayuno nos soprendió en el 4° piso de la Clínica Las Acacias; donde fue a dar el hijo mayor de la famosa panadería Guayana, una vez que ésta le cerró sus puertas: arepitas rellenas de perico, carne mechada, jamón y queso -junto al primer café de la mañana- nos cargó las pilas para continuar. No los probamos pero cuantan que sus dulces son de antología. Recomendación: para desayunar rico no hace falta hacerse ningún examen médico.


En la esquina de la Av. Victoria con la calle Guayana se encuentra el edificio Ars nova -joya de la modernidad caraqueña- y abajo está Omaira con su sonrisa y la mejor tizana de la zona. 
Muy cerca se ubica una familia italiana -cuya tercera generación nos saluda desde su cochecito- que vende antipastos caseros de berenjena y calabacín, junto a otras delicias venidas, no del Mediterráneo, sino de la Colonia Tovar. Los vecinos guardan los frascos donde la nonna envasará sus delicias. Este gesto muestra el sentido de colaboración y arraigo de los habitantes de la zona.

Lo de la panadería Roma fue como una de esas bacanales que hacían los antepasados del pastelero Geraldino: bandejas de pizza, pan de leche, torrejas, profiteroles, mil hojas y demás maravillas rellenas de crema pastelera, fueron a dar a nuestra mesa y de allí in bocca. Entonces dimos por ciertas las palabras iniciáticas de Vanessa: ¡comeremos mucho! 
Al frente de la panadería Roma se encuentra un local con pinta de taller de electrodomésticos, pero es un rinconcito donde preparan unas exquisitas empanadas chilenas. El gentío a las puertas presagia lo ricas que son.

La próxima parada estuvo llena de granos, frutos secos, dulcería a granel y enlatados en el Rincón del grano. De allí salimos con un cotillón de maní y pasitas.

A la hora del café nos acercamos a Billares Nico. Ya no funciona el billar. Los jugadores fueron poco a poco vencidos por el paso de los años y, lamentablemente, no dejaron relevo. Así que Nico está remodelando el local donde prepara el mejor café con sus manos expertas y una Gaia rodeada de fotos y muchos recuerdos aromáticos.
Luego nos esperaba Richard con el mejor queso Palmizulia que he probado en años acompañando unas tiernas hallaquitas de hoja. No puede ser de otra manera porque cuenta Vanessa que Richard es muy celoso en la selección de los productos que ofrece en D'Richard; la esquina de los fiambres. Así que resolvimos la compra de la semana.


Con el sol en el cenit y la promesa de una deliciosas quisquillas tornamos en dirección este hacia la pescadería de Franco Giambanco, quien, junto a su hijo Vito ofrecen delicias de mar y río. Gracias a la sociedad que concretaron recientemente con un peruano, en sus neveras se mezclan los sabores del Caribe y del Pacífico con los ancestros Mediterráneos. Saltaron quisquillas tempurizadas y ceviche, justo lo que necesitábamos para acompañar una cerveza helada en el Bar Sol puesto. Donde Vanessa se pone con frecuencia un par de cervecitas acompañadas de salsa brava. Hasta aquí llegamos. Barriga llena, corazón contento y alma repleta de ciudad y grata compañía.

Para anotarte busca a Vanessa Rolfini en las redes: @vrolfini y vive una experencia de gastronomía divertida y gratificante.

sábado, 4 de julio de 2015

CIUDAD UNIVERSITARIA DE CARACAS

La Ciudad Universitaria de Caracas, obra magna de la arquitectura moderna en Venezuela, siempre tiene algo que enseñarnos. Hoy hice un nuevo recorrido, cámara en mano y en compañía de varios caraqueños ávidos de saborear lo hermoso de nuestra ciudad. El guia fue Rodrigo; un joven entusiasta que forma parte del grupo de Urbanimia

Aquí dejo algunas fotos y comentarios sobre este día hermoso en mi UCV.

Toda la luz del trópico entra a la Biblioteca Central mitigada por la cubierta del corredor.












A la derecha el pasillo cubierto se funde en el verde.
 Los pasillos cubiertos son una lección del Maestro Carlos Raul Villanueva y su  forma de adaptarse al trópico. Sol y sombra entre el verde.

 Mateo Manaure es el artista venezolano con mayor número de obras en la Ciudad Universitaria de Caracas. Aquí una muestra representativa de su propuesta geométrica.

A la izquierda el libro y la lira en esta escultura de Francisco Narváez.










Hasta la "espalda" del mural de Fernad leger, emblema de la Biblioteca Central, es hermosa.

El Mastro Francisco Narváez, quien ya había trabajado junto a Villanueva en El Silencio, nos dejó varias obras en la CUC. Aquí vemos una en la terraza de la Facultad de Medicina.




Víctor Vasarely (a la derecha)
pinta con la luz reglándonos una obra distinta a lo largo del día.









Mateo Manaure (a la izquierda) viste con un mural la fachada de la Sala de Conciertos.

jueves, 21 de mayo de 2015

¿Emprendimiento?

Lo que llamó mi atención no fue la cantidad de motos sobre la acera. Lamentablemente, esa escena ya es común en Caracas. Lo que me extrañó fue lo uniforme de la "cobertura" de dichas motos: un cartón primorosamente ubicado encima del asiento de cada una.

Luego vino el asombro.

Un muchacho -previa colonización de un pedazo de la escalera- se sienta allí y ofrece a los motorizados dos servicios: cuidarles el casco, es incómodo hacer las diligencias de rigor con él y proteger la moto del sol inclemente o la lluvia que claman nuestros árboles. Las cajas manan de un agencia que trae por correo todo lo que no podemos comprar aquí. Y son gratis.

Dada nuestra situación económica cualquier rebusque es bueno. 

Ya teníamos varios tigres:
Dalero: -Dale mami, te ayudo a estacionar y te "cuido" el carro.
Moto taxista: No ahondaré en este nuevo modo de vida tan extendido en Venezuela.
Bachaquero: se limitaba a operar en las fronteras comerciando lo que -por razones de la devaluación- era negocio comprar aquí y vender en Colombia o en Brasil. Ahora, no hay negocio lícito más lucrativo. Comprar los productos a precios de ficción -esos que llaman regulados- y venderlos a precio de lo que no hay, o sea, muuuuy caro. No hay producto más caro que el que no se consigue.

Ahora sumamos éste. ¿Cómo lo llamamos? ¿Cuida motos?

Oigo propuestas.

lunes, 13 de abril de 2015

7 templos caraqueños y la fe intacta

Llegamos a La Candelaria justo a tiempo para comenzar el recorrido por los siete templos. Vanessa Rolfini Arteaga —periodista y cazadora de sabores— convocó por Facebook a quienes quisieran caminar por nuestro casco histórico el Viernes Santo. 

Ese centro que alberga quién sabe cuántas iglesias y seleccionó siete para este recorrido. Cumplir con el rito ancestral, abrazar amigos queridos, patear nuestra ciudad y sentirnos ciudadanos es maravilloso.
 
La iglesia de La Candelaria nos muestra su fachada recien pintada. Azul pastel y blanco fueron los colores elegidos por la alcaldía de Libertador. Lo primero que me alegra es ver tanta gente y constatar la superficialidad de aquella máxima: “en Semana Santa Caracas se queda sola”. Nada mas falso. Las playas se llenan, sí, pero las iglesias también. La fe sigue intacta. Incluso se fortalece. Es tanto lo que tenemos que pedir. O lo que tenemos que agradecer. Conmueve ver la multitud variopinta. Predomina el morado de la promesa, pero Caracas se muestra en su amplia paleta mestiza.

Desde La Candelaria empieza el recorrido y Vanessa no resiste la tentación de un aliado. ¿Quién puede ir al centro sin probar un dulce criollo?

Seguimos hasta la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Neogótico caraqueño envuelto en blanco. Suspiro porque no veo las imágenes de la fachada principal. ¿Dónde estarán? Lo que sí hay es un gentío adentro y otro tanto afuera esperando turno para entrar.

Mientras caminábamos al templo de San Francisco recuerdo aquella leyenda de mi infancia que hablaba de una virgen tallada en la ceiba. Adentro de esa gran iglesia la marea humana nos mece a paso lento y creyente. Al vaho de la multitud se suman incienso y mirra. Vanessa contaba cada tanto sus fieles seguidores —44 apóstoles citadinos— y condimentaba el paseo santo con datos sobre cada templo.

Cuando arreció el calor nos encontramos con una sorpresa en la esquina de Gradillas. Del interior blanco y negro del Bistró Libertador brotaron limonadas de un verde encendido. Limonero del Señor que nos curaste de aquellas pestes decimonónicas, líbranos ahora de las pestes contemporáneas: inseguridad, corrupción, escasez, inflación, represión.

Te lo pedimos Señor.

Más arriba espera nuestra humilde y alba Catedral. Con su torre enana desde el último terremoto que la estremeció. Y sus campanas. Desde la plaza Bolívar llegan unas Siete Palabras para los que no caben en los templos. Al rumor del gentío y la homilía se suman los que exigen firmas contra el decreto de Obama. Quiero ignorarlos, pero más que sus voces lo que abruma es el escándalo visual de afiches, pendones, grafitti, mosaicos, carteles, todo un aparataje visual del gobierno que ensucia nuestro centro. Ya sé adónde irán a parar los impuestos que acabo de pagar.

Retomo el paso. Llegando a Santa Capilla veo que su fachada principal clama cuidados y pintura. Ojalá esta vez le bajen dos al color mandarina de la última intervención. Me detengo en esa imagen única del ángel venciendo al diablo en lo más alto del templo. Admiro la pericia de los carpinteros que tallaron puertas y ornamentos.

El gentío sigue intacto. La fe también. La avenida Urdaneta es un hervidero de fieles bajando de la iglesia de Las Mercedes. Antes de llegar ahí nos detendremos en Altagracia. Pardos somos y como tales, esa es la iglesia que nos corresponde. Los mantuanos rezaban en Catedral. Qué tiempos aquellos. Hoy, el templo del dios dinero se yergue poderoso a pocos pasos de la iglesia de Las Mercedes.

Cumplida esta última estación espiritual fuimos a deleitar el paladar en la Casa de la Historia Lorenzo Mendoza. Su patio, la frescura de sus fuentes,  sus hermosas salas —restauradas por el arquitecto Luis Guillermo Marcano Radaelli— esplenden de belleza. Varias mesas rodean al fogón de donde salió un róbalo celestial, solo superado por la delicadeza del mango que lo acompañaba.

La sobremesa fue sobre grama. Mirando al cielo azul y las ramas de otro mango.


Gracias Caracas. Gracias Vanessa Rolfini. Espero repetir la próxima Semana Santa.

domingo, 8 de febrero de 2015

Triste visita a la Abadía Benedictina de Güigüe

Había tardado. 

Quizás por eso salía confiada a caminar, a tomar fotos, a recomendar sitios bonitos. Pero desde las 12:30 del sábado 24 de enero, pasé a formar parte de las desgraciadas estadísticas de los robados, de los asaltados.


Y no fue en Caracas en uno de sus tantos sitios peligrosos. Fue saliendo de un templo. De la Abadía Benedictina de Güigüe.

El Arq. Luis Polito y yo fuimos -como dos arquitectos ávidos de ver una obra hermosa- a traérnosla capturada en su cámara, en mi teléfono-. Pero ya ni eso es posible. En este país tomado por asalto no se puede admirar lo bello ni a plena luz del día. No se puede sacar la cabeza de la indecencia, del abuso, de la violencia.

Ya de regreso, casi llegando al carro, se acercó corriendo un hombre. Su cara resaltaba porque tenía la cabeza tapada con una franela azul eléctrico. En una mano blandía un machete.

Yo no entendía nada. Me parecía que estaba viendo una película. Era una secuencia digna de González Iñárritu. 

Se paró frente a mí y me pidió el teléfono. Yo seguía sin entender; sin creer lo que nos estaba pasando. Miraba alrededor a ver si venía alguien. Lo miré a la cara, así como miro a todo el mundo, y le dije: no te lleves nuestras cosas. Luis me decía dáselas. El tipo se movía lento. No movía la mano armada pero nos amenazaba... Luis le tiró su cámara. Un bien tan preciado para él; disfruta, enseña, aprende, tomando fotos. Luego el malandro nos pidió también las carteras.

Enfatizo mi estupor porque veníamos de un recinto de paz. Un sitio de peregrinación, tanto de fieles católicos -que necesitan reafirmar su fe rodeados de silencio- como de arquitectos y estudiantes de arquitectura. Hicimos una visita corta. Apenas nos movimos por los alrededores y estuvimos unos minutos en la capilla porque era casi la hora de retiro de los abates y, el Abad Jesús, nos pidió que regresáramos otro día. Y así, tomados por la paz del lugar, ajenos a todo peligro, fuimos atacados sin clemencia. 

Cuando el hombre se fue yo tenía mucho miedo. Temblaba. Quise sentarme, pero corrimos al carro. Entré en pánico porque pensé que con mi cartera se había llevado también las llaves del carro. Afortunadamente, no fue así

Regresamos vejados. Asustados. No son sólo las cosas materiales que tanto nos cuesta comprar en este país donde abunda la escasez. 

A mí me robó también la confianza, el entusiasmo de salir a descubrir, a conocer, a reseñar lo bonito. Lo que tengo es rabia. Indignación pura. A estas alturas ya habrá transado nuestras cosas en el mercado de lo robado.

¿Pero en qué mercado se transa nuestra tranquilidad? ¿Quién paga nuestra bonhomía?
Dos semanas después la imagen del hombre armado, corriendo hacia mí, todavía aparece en mi mente. 

Apenas llegué a Caracas narré lo sucedido en Facebook y Twitter y grité: no vayan a la abadía. Hubo muchas reacciones. La mayoría de abrazo, de solidaridad con lo que nos sucedió pero no faltaron las críticas sobre "el abandonar espacios" o el "dejar a los abates solos". Para estas dos sentencias tengo sendas respuestas: yo no he abandonado los espacios. Llevo 8 años publicando recomendaciones en este blog con el único objetivo de ocupar nuestros espacios. Respecto a "acompañar o custodiar a los abates" no soy yo quien puede hacer eso. Malamente me cuido a mí misma. Venezuela tiene un gobierno que ha dejado sola e indefensa a los ciudadanos de bien.

Mi mensaje es de alerta. Aquí ya no hay seguridad ni en los sitios adonde vamos más confiados.

Sí, ya agradecí a Dios que no nos pasó nada.

Fotografía: Internet. Las que tomé fueron robadas.

domingo, 4 de enero de 2015

Valparaiso

    Fotografía: Alberto Rojas

Llegué a Valparaíso en Metro desde Viña del Mar, que dicho sea de paso, es la mejor forma de llegar: te subes al Metro en Viña y emerges en Valpo desde la oscuridad del subterráneo. Una maravilla esa transición.

Esta crónica va de lo mucho que me gustó Valpo –como le dicen también a esta ciudad multicolor– anfiteatro natural con vista al mar desde todos y cada uno de sus 42 cerros. Cifra poco precisa en cantidad más sí en calidad por su topografía de vértigo, encantadora y multisápida


Valparaiso remonta su historia antes de la llegada de los españoles, cuando era un puerto habitado por nativos que vivían de la pesca y la recolección. A través de los siglos fue azotada por conquistadores, piratas, guerras, incendios y terremotos. Todos cruentos. Se fraguó renaciendo varias veces sobre sus escombros hasta convertirse en lo que es hoy, la tercera ciudad más poblada de Chile; después de Santiago y Concepción.

La tercera ciudad de Chile con una impronta de primera. Única. Gracias a su colorido y a que está formada por tres zonas: el mar, el plan y los cerros. Valparaíso además, supo ser pionera en fundar el Cuerpo de bomberos; la primera compañía de seguros a nivel nacional; el primer telégrafo y el primer diario español.

Valparaíso era un puerto de importancia capital a finales del siglo XVIII y hasta comienzos del XIX, cuando fue destronada tras la construcción del Canal de Panamá. 

De aquella época de oro es testigo su centro –llamado el Plan– donde imponentes edificios neoclásicos son sede de bancos, instituciones y comercios.

Los cerros escarpados dan posada a sus habitantes y en algunas zonas, mezclan con armonía viviendas, cafés, galerías de arte, hoteles boutiques, hostales juveniles y talleres de artistas y escritores. Cuando caminas por esas calles empinadas o cuando subes decenas de escaleras te sientes acogido por su escala amable, como de pueblito, pero no te confundas, Valpo es sede del Congreso Nacional, de la Comandancia en Jefe de la Armada de Chile, del Consejo de la Cultura y las Artes, la Subsecretaría de Pesca, los servicios de Aduanas, Pesca y Acuicultura. Su terminal portuario es uno de los principales del Pacífico Sur, cuenta con 4 universidades y tiene una intensa vida cultural y turística. 



Sin duda su distintivo es la policromía de fachadas y muros, adonde han ido a parar grafiteros y artistas visuales del mundo entero. Especialmente después de la “Expo Graffiti Porteño 2010”, actividad que incluyó talleres en el Cerro Concepción; una exposición de reconocidos grafiteros en el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y la ejecución del mural más alto de Chile. 

Todo esto fue motorizado por Inti Castro. Grafitero porteño que ganó fama internacional a raíz de un trabajo similar en Noruega. Desde entonces, esta actividad no para. Sobre sus paredes se despliegan historias y personajes pero sobre todo, se siente la sensibilidad expresada en cada detalle, con pintas de tipografías sugerentes y una paleta de colores vivos que te acompaña durante todo el trayecto.  

En la época de la ebullición portuaria las angostas vías de acceso no eran aptas para transporte público, entonces desde 1883 para ascender a los cerros se construyeron cerca de 30 ascensores, de los cuales están activos 16 y hay varios en proceso de recuperación. Algunos de ellos son patrimonio de la humanidad.

Fue súper grata la experiencia de subir en la cabina de madera y vidrio del ascensor Reina Victoria; ver cómo opera su maquinaria original y caminar de allí a una de las terrazas donde el calor nos reclamaba una cerveza helada, pero opté por una “vaina”.

Una vaina en Venezuela es cualquier cosa. En Chile es un trago más dulzón que refrescante pero su historia nos recuerda a Andrés Bello; venezolano y hombre de letras de reconocida trascendencia en el país austral. 

La anécdota es más o menos así: Don Andrés acudía con frecuencia a un bar donde le servían una bebida que le gustaba, más no sabía su nombre… Una vez la pidió como: “dame una vaina de esas” y así se quedó. Si te gustan los licores dulces te encantará. Lleva Vino añejo, cognac, licor de cacao, azúcar impalpable y una yema de huevo. La coronan con canela en polvo.



Al comienzo de esta crónica les decía que la mejor forma de llegar a Valparaíso es en Metro. La experiencia de emerger de las profundas oscuridades donde –normalmente– serpentean los trenes subterráneos y, de pronto, sea el curso del mar quien guíe al tren, sea el azul y no el negro quien pinte las ventanas es deliciosa; sin embargo, la próxima vez me gustaría llegar por mar y ver desde allí sus cerros coloreados.

Para subir al cielo no se necesitan escaleras. En Valpo hay ascensores. 








  

Con esta crónica agradezco también al Chamo Rojas su agradable guía. .

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