domingo, 22 de marzo de 2009

PLAYA ALTAMIRA Y EL POZO DE LOS DESEOS

PLAYA ALTAMIRA
La Plaza Altamira se convirtió por unas horas en una playa urbana. Mediante esta instalación un colectivo, patrocinado por la Fundación Cultura Chacao y el Instituto Goethe de Caracas, evocó la cercanía al mar de nuestra ciudad. Una idea fresca que busca repensar el espacio urbano recreando las actividades que genera el agua como elemento lúdico.
Su objetivo es crear un imaginario posible en el que las quebradas y ríos que circundan nuestra ciudad dejen de ser fracturas o límites para convertirse en vínculos, en lugares de encuentro. De modo que fue posible tumbarse en alguna de las sillas reclinables dispuestas allí para ese fin, jugar una breve partida de cartas o relajarse a leer un libro en pleno corazón de la ciudad.
Naturalmente, algunos de los que pasaban por las cercanías de la plaza miraban incrédulos lo que sucedía, mientras los niños, esos seres que no saben de tabúes ni convenciones, jugaban en la arena con tobitos y palas que los realizadores de esta idea dispusieron para ellos.

POZO DE LOS DESEOSEn la Plaza Isabel la Católica –mejor conocida como Plaza la Castellana– corazón de la urbanización caraqueña del mismo nombre, las artistas alemanas Silke Bauer y Viola Thiele recrearon el pozo de los deseos. La propuesta, tan sencilla como efectiva, consiste en una composición de variados y vivos colores mediante tobos y poncheras de distinta formas y tamaños.

Todos hemos ido alguna vez a la fuente de una plaza pública a soñar lanzando una moneda al agua. Pero en este caso, la plaza seleccionada carece de fuente. Entonces surge una propuesta plástica en la que cada color representa un deseo universal; la selección de estas relaciones cromo-deseo sólo la conocen sus creadoras. De forma que en esta instalación interactiva la JUSTICIA se vistió de azul oscuro; la HERMANDAD de rojo ladrillo; el CORAJE de violeta; el AMOR de rojo; a la FELICIDAD la tiñeron de azul cielo; la LIBERTAD de verde perico, la SEGURIDAD de verde agua, la IGUALDAD de salmón y la PAZ de blanco; este último, ya sabemos, es una convención universal. Sobre la trama del pavimento de la plaza trazaron la leyenda para orientar al aspirante a lanzar su moneda en el color que representara su más caro deseo. Sólo el azar, la puntería y por qué no, la fuerza del deseo impulsaría finalmente cada moneda a hundirse en las aguas deseadas. Junto con el agua el tintineo de las monedas cayendo dentro de los tobos o afuera, sobre el pavimento, crea una armónica sinfonía de sonidos metálicos y las concéntricas ondas sobre la superficie antes quieta. Formas y colores vibrantes en el centro, alrededor la vida sigue, el tráfico sabatino fluye en torno a la plaza. Pero esta acción no es sólo arte en la calle. Esta propuesta fue exhibida en Berlín el año pasado, motivada por la necesidad de crear conciencia ante el despilfarro privado e industrial, y la crisis de abastecimiento de agua en el mundo entero.
En ambas instalaciones apreciamos poca afluencia de público, lamentablemente. Es arduo el trabajo de ganar a los caraqueños para el disfrute de sus espacios públicos.

sábado, 7 de marzo de 2009

LEGADO DE 5 ARQUITECTOS, claves para su recuerdo

El jueves 5 a las 6:30 p.m. la sede del Colegio de Arquitectos de Venezuela bullía. A las 7:00p.m. se dio inicio a la primera sesión dedicada a rendir merecido homenaje a la obra de 5 arquitectos venezolanos fallecidos en el transcurso del último año. Octavio De Lamo –a la sazón presidente del CAV– entonó las palabras de bienvenida a profesores, estudiantes, arquitectos, diseñadores e invitados. Todos llevábamos la misma inquietud: repasar la obra que nos dejaron antes de partir Mario Breto, Jorge Rigamonti, Jesús Tenreiro, José Miguel Galia y Tomás Sanabria. El Arq. Octavio De Lamo -Presidente del Colegio de Arquitectos de Venezuela- da inicio al homenaje. Fotografía: Arq. Odoardo Rodríguez
Hermosa tarea la de los tres panelistas invitados, teniendo en cuenta la sensibilidad a flor de piel de los presentes, especialmente, la de las compañeras de vida y los hijos de estos destacados venezolanos que nos dejaron sembrados sus sueños. En ocasiones aquellos sueños vieron la luz en forma de edificios emblemáticos de nuestra ciudad: El sinuoso Camarón de Mario Breto; el Hotel Humboldt de Tomás Sanabria -el más visible de los íconos de Caracas- y La Torre Polar el primer edificio en curtain wall de nuestro país que levantó José Miguel Galia junto a Martín Vegas. En Güigüe vibra la Abadía de Jesús Tenreiro y en San Carlos, el Estadio de Gimnasia Olímpica que proyectó Jorge Rigamonti.

Soc-Urb. Omar Hernández, Arq-Urb Lorenzo González Casas y Arq. Rafael Pereira Fotografía: Arq. Odoardo Rodríguez

Omar Hernández, sociólogo y urbanista de profesión y arquitecto de corazón, comenzó haciendo una breve síntesis de cómo nos convertimos en ciudad moderna imantados por la fuerza del poder central. Fue así como Caracas creció arbitraria, azarosa, seducida por las últimas tendencias de la arquitectura internacional hasta llegar a esta ciudad de nuestros días que clama orden y sosiego.

Lorenzo González Casas, arquitecto-urbanista egresado en 1980 de la Universidad Simón Bolívar nos llevó a través del hilo que enlaza la vida y obra de estos cinco creadores con el especial cuidado de quien se sumerge en la investigación acuciosa antes de aventurar ninguna hipótesis y concluyó: dos generaciones, dos tiempos históricos, económicos y políticos; una misma realidad: crear y enseñar fue la premisa común de los arquitectos que aquí nos trajeron.

Rafael Pereira, arquitecto y profesor de historia y crítica de arquitectura de la Universidad Central de Venezuela fue, como siempre, muy polémico. Su pregunta arrojada sin anestesia ¿A dónde van a ir a parar esos sueños? Muchos de los que se consolidaron como edificios están hoy maltratados –triste ejemplo el de la Torre Polar hoy flagrantemente agredida con una publicidad de dimensiones tan grotescas como irrespetuosas– y los que no se materializaron, proyectos ganadores de concursos, mil ideas volcadas sobre papeles amarillentos que yacen esperando que el tiempo las disuelva sin tomar forma corpórea. No es posible. No debemos permitirlo. En nuestras manos está impedir que ese legado de vida, de pasión por la arquitectura, por la ciudad y la docencia no muera junto a sus autores.

Fotografía: Arq. Odoardo Rodríguez

La oportuna intervención de uno de los asistentes añadió una duda no menos inquietante: ¿Cómo hacemos llegar a aquellos menos favorecidos, menos sensibilizados la certeza de que nuestras ciudades y sus obras son suyas y hacerlos partícipes de estas inquietudes?

Dejo aquí las palabras de cierre de Omar Hernández refiriéndose a una anécdota de los arquitectos de aquella Varsovia ardiendo en tiempos de guerra: ¿Para qué dejar registro de unos edificios que más temprano que tarde van a desaparecer? Muy sencillo: porque la guerra va a terminar.


Las puertas del CAV se abrirán nuevamente el próximo jueves 12 a las 6:30pm para repasar la obra del Arq. Jesús Tenreiro.

lunes, 23 de febrero de 2009

CORONA


No es que mi ciudad haya sido destruida
No se trata de calibrar las consecuencias del desastre
hacer el recuento de lo devastado
enumerar y clasificar sus ruinas

Por cierto,
¿adónde van las ruinas?
¿cuál es el destino de los viejos cascotes?
¿dónde los escombros del solar colonial?

¿Acaso existe un cementerio con todo esto
donde podamos ofrecer nuestra memoria
y sobre todo agradecer
la solidez prestada a estos trozos abnegados, serviciales?


Ciudad imaginaria, Monte Ávila Editores, Caracas, 2006 GUSTAVO VALLE (Caracas, 1967)
Fotografía: Francisco Pereira. Quinta Las Guaicas del arq. MANUEL MUJICA MILLÁN
Poema enviado por: Eleonora Requena

domingo, 8 de febrero de 2009

Ver, oír y contar

Fotografía tomada del grupo de Facebook "Ediciones generales grupo Santillana"
Caracas es tan generosa que cualquier jueves, mientras la tarde bulle se oye el croar de sapitos urbanos. Es literal. No exagero. Sucede en el Centro Cultural Chacao.

Fotografía tomada del Grupo de Facebook "Ediciones generales grupo Santillana"
Una vez más acudí a ese reciento inmerso en una de las zonas más congestionadas por el tráfico de nuestra ciudad y sí, es posible oír sapitos entre un silencio y otro de alguna tertulia, acaso de una película. El jueves 5 fue igual. Varias decenas de héroes urbanos –porque eso somos los que cruzamos de sur a norte y viceversa esta ciudad escindida– fuimos a oír anécdotas y experiencias literarias de la boca de un lector:Luís Yslas y tres escritores: Salvador Fleján, Rodrigo Blanco y Federico Vegas. Este último autor del libro La carpa y otros cuentos, de editorial Alfaguara. Así que de eso va esta reseña, que no cuento.

Las palabras iniciales las entonó Luís Yslas, y poco a poco se fueron entrelazando anécdotas, superponiendo recuerdos y evocando citas sobre el arte de narrar y las diferencias –sutiles o marcadas– entre el cuento y la novela. Este es un tema que le quita el sueño a más de un narrador. ¿Será el cuento el atajo más largo?
La más gráfica y no menos cómica la hizo Federico Vegas. Según él la revelación le llegó apenas esa mañana, frente a un plato donde lo esperaba relajado un huevo frito. “La claridad de su perímetro perfectamente definido (no olvidemos que Federico es tan arquitecto como escritor); su absoluta finitud y su indiscutible condición de ser exactamente lo que es retrata sin lugar a dudas al cuento. Intacto en su forma, llano en sus personajes”.
El “revoltillo” es, en cambio, la perfecta definición de la novela. Sus bordes irregulares dan cuenta de lo inasible de sus límites y su volumen caprichoso, de lo complejo de sus personajes. Pero oír estas definiciones de labios de Federico Vegas, quien tiene la virtud de contar -mientras lo leemos- como si nos lo estuviera contando al oído, es un lujo. Un lujo de voz y un tempo que son un bálsamo para nuestros oídos cansados del grito burdo y chato. En este punto no puedo dejar de recordar a nuestro recién desaparecido Eugenio Montejo; sólo una cosa era más placentera que leerlo: escucharlo leer sus poemas. Eso pasa con Federico Vegas, si leerlo es un placer sin miedo ni pudor, oírlo es un deleite. Pero este autor que va desde libros sobre arquitectura: El Continente de Papel (1984); Venezuelan Vernacular (1985); Pueblos, Venezuela 1979-1984 (1986) y ,La Vega una casa colonial (1988), comenzó en los años noventa a publicar libros de cuentos: El borrador (1996); Amores y Castigos (1998) y Los traumatólogos de Kosovo (2002). Sus sensibles y bien fundamentados artículos de prensa y ensayos están recogidos en La ciudad sin lengua (2001) y La ciudad y el deseo (2007). En 2005 publica lo que hasta el momento ha sido su mayor éxito editorial, Falke. En 2006 publica Historia de una segunda vez y Miedo, pudor y deleite en 2007.
Mientras escuchaba a estos cuatro autores venezolanos con esa calidez que transmite el que se sabe entre amigos, me envolvió la ensoñación de ver a Federico en esas largas noches en vela que pasamos todos los que alguna vez estudiamos arquitectura. Es fácil imaginarlo hilando frases, rodando comas, descartando adjetivos en algún lugar escondido de su mente, mientras sus manos se movían creando espacios, dimensionando estructuras, dibujando ventanas que se abrirían años más tarde para darle luz a cada uno de sus cuentos y develarnos los secretos mejor guardados de sus personajes. Así es la vocación. Una fuerza telúrica que todo lo invade y que tarde o temprano se abre paso por inadvertidas rendijas.

Federico Vegas es un narrador envolvente. Su prosa discurre sin prisas y nos conduce entre descripciones precisas y fluidos adjetivos hasta llevarnos a ese desenlace inesperado que tememos porque con él, inevitablemente, terminará el placer largamente prolongado.

Donde quiera que estén el abuelo que murió bajo una carpa; José Sigala, quien pintaba con una cámara fotográfica; Billo, el que le sigue cantando a Caracas muchos años después de haberse ido; Marcelino que se perdió en ese laberinto sin hilo de Ariadna de la memoria senil y Marco Aurelio, encantador y despreocupado –por citar sólo algunos de los entrañables personajes que Federico dibuja para nosotros en La carpa y otros cuentos– deben sentirse felices por el retrato que hiciera de ellos este caraqueño que cada domingo a las 10:00 a.m. sueña en la 97.7FM junto a William Niño con La Ciudad deseada.

lunes, 2 de febrero de 2009

Los locos bajitos

Fotografía: http://i.pbase.com/g6/23/725823/2/73837441.3fBpMje4.jpg

Perdonen la divagación ya que este blog es sobre ciudad y vida urbana, pero la noticia recién difundida de que no habrá clases mañana para "celebrar" los 10 largos años de "socialismo del siglo XXI", me dejó con tan mal sabor que abandoné mi post del día de hoy y sólo atiné a buscar una reseña que escribí sobre un fresco artículo leído hace más de un año. Lo copio aquí, como un sencillo homenaje a todos los niños venezolanos que mañana no irán a la escuela gracias a que un solo hombre decidió que hay que celebrar 10 años de atraso.

Mi mamá siempre nos decía que Juanito era “lengua de trapo”. Apenas estrenábamos los ´70 cuando él regresaba del colegio corriendo, sudando a chorros y con el silabario bajo el brazo, porque el “bulto” se le había quedado debajo del pupitre. En aquella época el morral era una cosa que sólo usaban los que se iban de excursión.

En la mesa del comedor mi hermana y yo lo veíamos apoyar su cabecita sobre ambas manos para repetir en voz alta: “p con a, suena pa; m con a suena ma”… Pero el verdadero problema empezó cuando le tocó combinar las vocales con la letra “R” porque lo que salía de su boca infantil, en la que ya se extrañaban algunos dientes, era: “ede con ede cigado, ede con ede badil”. Fue entonces cuando la mamá de Juanito, es decir, mi mamá –en esa pérdida de identidad personal que experimentamos todos los que dejamos de ser nosotros mismos para ser la mamá o el papá de…– tuvo que ir al colegio a explicarle a la maestra que Juanito se sabía las letras, pero que no podía pronunciar la “R”.

Claro está, en aquella época la terapia de lenguaje, la estimulación temprana y mucho menos la auto estima infantil, no habían aparecido por estos lares. De modo que la única solución ante cualquier dificultad en el aprendizaje, era tener paciencia con las burlas inocentes de los compañeros y confiar en que el tiempo y la madurez harían su trabajo de mejorar la pronunciación. Muchas cosas han cambiado desde entonces, entre ellas, que los niños son consultados ¡hasta por la Real Academia Española!

Todo esto viene a cuento porque acabo de leer una noticia maravillosa que brilla aún más entre la bruma de las bombas lacrimógenas y la ceguera oficialista que empañan las páginas de El Nacional. En El Papel Literario, Gustavo Valle reseña que la Real Academia Española convocó a 52 niños de Medellín a escoger las 10 palabras más hermosas para ellos, y la lista de las seleccionadas es tan genuina y transparente como todo lo que viene de esos locos bajitos a los que sin duda deberíamos oír con más atención.

La primera en la lista según los chamos consultados es chocolate. Voz náhuatl que hace agua la boca de quien la paladea si al pronunciarla se deja acariciar por su untuoso aroma y su profundo sabor, sobre todo a la hora de la merienda. Chuchería del recreo y del cine que derretida entre unos dedos llenos de pepitos y chupeta-chicle adquiere un nuevo sabor.

Le siguen música y crispeta –para nosotros cotufa– ¿Cuál de las dos es más sonora? ¿La música que invade sus pequeños oídos desde un MP3 o esa sinfonía de mini explosiones que esplende olorosa a maíz tostado cuando las cotufas estallan?

Carcajada: onomatopeya de la risa que debería estar siempre en la boca de todos los niños. En Soñar y fútbol el orden es importante ¿Cuántos niños sueñan con ser como el ídolo deportista que ahora admiran? Y allí afirma Gustavo Valle, “fútbol, manoseado anglicismo que afortunadamente triunfó frente al pájaro Dodó del balompié

Le siguen mágico, amigo, montaña y mamá. La magia, ya sabemos, siempre ha formado parte del imaginario y del vocabulario de cualquier niño y si no pregúntenle a Harry Potter quien además de practicarla cultiva en igual medida su incondicional amistad hacia Ron y Hermione. La analogía hecha por los niños entre montaña y mamá es elocuente. Acordaron de forma unánime que “les gustaba mucho estar en una montaña que tenga un agujero de leche”. Esta maravillosa imagen es capaz de llevarme a recordar esos inolvidables momentos en que Alejandra sorbía con avidez de recién nacida la leche clara que manaba de mi cuerpo.

Por si fuera poco tanta sensibilidad los niños también inventaron palabras, así que las apunto a continuación.

Murmulencio, que quiere decir: murmullo que se oye en el silencio.
Lunor
, luz de la luna.
Japisteza
, cuando se siente tristeza y alegría a la vez.

El articulista acota que es algo así como llorar de alegría o reír de tristeza. Por mi parte, ya fueron agregadas al Word de mi computadora, por eso no hay un zigzag rojo temblando debajo de ellas.

Hace poco, cuando los mayores fueron consultados vía Internet sobre la palabra más bella de nuestro idioma, dieron como ganadora a “amor” en un arranque –creo– más de fondo que de forma ¡y buena falta que nos hace!

Buenos tiempos para la lengua de Cervantes, de Lorca y García Márquez, de Borges, Vallejo y Vargas Llosa y de millones de seres humanos a lo largo y ancho de este noble planeta. La RAE se quita la toga y abre ojos y oídos a las enormes posibilidades que ofrece el maravilloso hecho de comunicarnos.

Así que cada vez que oigas a un niño hablar, presta atención; puede que estés frente al alumbramiento de una nueva palabra o de una clarísima definición, como aquella vez que mi papá, extrañado de ver tanta quietud reflejada en el rostro de mi hermano cuando tenía 5 años le preguntó:

– ¿Qué estás haciendo hijo?

– Estoy pensando.

Ah… ¿Y qué es pensar?

– Es cuando la cabeza te habla sola.

viernes, 26 de diciembre de 2008

QUITO, la bella

Por estas fechas suelo dejar Caracas asì que antes de irme les dejo una crònica de Quito que escribì hace màs de 3 años. Con estos recuerdos van mis mejores deseos para el pròximo año, el 2009 que se presagia difìcil tanto en lo econòmico como en lo polìtico. Amanecerà y veremos pero igual, ¡FELIZ 2009!

Siete años después volví a Quito, esa pequeña ciudad amable construida nada menos que en las faldas de un volcán: El Pichincha.

Muchas cosas han pasado desde entonces, entre ellas 5 presidentes movidos por una sociedad convulsa golpeada por las malas políticas económicas; conflictos fronterizos; marcadas diferencias sociales e inclemencias del tiempo.Sin embargo, el centro de Quito –imponente por su arquitectura barroca, huella de españoles en tiempos de la colonia y de la explotación de mano de obra indígena– está más hermoso que hace siete años. Fue muy agradable recorrer sus empinadas y estrechas calles plenas de edificios restaurados; plazas y palacios libres de vendedores informales y, concurrida por ciudadanos custodiados por una policía municipal que se ha impuesto la meta, y la está cumpliendo, de reducir el delito en esta zona. Hermosas iglesias ricas en ornamentos internos, edificios históricos y monumentales casas donde habitaban las familias acomodadas en tiempos de la colonia.Reconozco que cuando recorría sus empedradas calles con sabor a historia independentista un frío erizaba mi piel y no era sólo el que produce estar a 2.850 m. de altura, sino el de constatar una vez más, que si es posible darle nueva vida a edificios centenarios que se mantienen incólumes a pesar del paso del tiempo y de los muchos terremotos que han azotado a esa ciudad desde tiempos inmemoriales. Pasear por la Plaza de la Independencia custodiada por el Palacio Presidencial, La Catedral, El Palacio Arzobispal y recorrer esos espacios renovados donde emergen pequeñas galerías de arte; acogedores cafés; restaurantes típicos y tiendas de artesanía, me produjo una envidia melancólica –menos cáustica que la cochina envidia– de saber nuestro humilde casco central vacío.
Mientras caminaba por la quinta que fuera residencia del Mariscal Sucre fui escoltada por un soldado raso que fungió de guía. Ahí reviví esa parte de nuestra historia común aspirando el olor de muebles de madera oscura, testigos silentes de tantas conversaciones. Mientras me miraba en espejos que reflejaron sueños, entonces imposibles pero ya materializados, me impregnaba del aroma de una época plena de luchas e ideales.

Fue muy fácil imaginar a Bolívar recorriendo esas calles y a Manuelita esperarlo con más pasión que pudor. Me quedé con las ganas de visitar su casa, de ver algún cuadro que me trajera de vuelta su rostro, así que Manuela sigue teniendo en mi mente la imagen sepia de Beatriz Valdez, la que pintó Diego Rísquez, y el carácter avasallante y desenfadado que le imprimió Denzil Romero con su vertical sonrisa.

Cinco días de viaje fueron suficiente para hacer de todo un poco. Conocer, pasear y degustar deliciosos platos típicos abundantes en pescados y mariscos. Por las noches en el resturant del hotel disfrutamos de un “canelazo”: indescriptible infusión de naranja, parchita, canela y quién sabe cuántas especies aromáticas más, que envolvía la garganta en una cálida y aterciopelada estela de múltiples aromas y sabores. Paladearlo es darle cobijo al interior del cuerpo ya que por fuera lo abriga un poncho. En la mayoría de los sitios que visitamos las únicas voces que se oían eran las nuestras, por lo tanto le pedía a mis compañeras –y me incluía– que bajáramos la voz. Los ecuatorianos y los quiteños sobre todo, no hablan, musitan y eso para los que venimos del Caribe no es fácil de asimilar.

El drama nacional es el exilio. Han salido tantos ecuatorianos a España, a Estados Unidos y al resto de Latinoamérica que todas las familias tienen a varios de sus miembros viviendo desterrados, lejos de su ciudad natal. Mi compañera de viaje en el avión que me trajo de regreso a Caracas venía por primera vez a visitar a una de sus hijas que vive aquí desde hace más de 20 años. Carmen tiene 6 hijos de los cuales 2 viven en España, uno en Texas y la otra aquí, sólo 2 siguen en Ecuador. Es tal la situación, que hay múltiples sitios en Internet donde se publican fotos y cartas de los exiliados para mantenerlos en contacto con sus familias.

Y aquí estoy de nuevo desde hace 10 días. Levantándome a la misma hora y ensayando nuevos caminos verdes para llegar al mismo sitio pero con menos tráfico. Entre una estación de radio y otra me entero que además del acontecer político y económico de costumbre, hay varias exposiciones interesantes; algunas pelìculas europeas y venezolanas nos dan una merecida tregua ante tanto tiro y tanta bomba made in Hollywood; nuestras editoriales dan a luz varios libros cada semana –incluso a veces paren morochos y uno no sabe cual leerse primero– la nueva música venezolana se divierte rebotando sin cesar gracias a la ley resorte, pero para llevar a Alejandra a conocer de cerca esa parte de nuestra historia que escribieron Bolívar y Sucre, voy a tener que tomar la ruta aérea Caracas-Quito en vez del metro Chacaito-La Hoyada. ¡Vale la pena, aunque el pasaje salga un poquito más caro!Mitchele Vidal Caracas, mayo de 2005

domingo, 30 de noviembre de 2008

POEMAS URBANOS

La poesía calma. Es por eso que ahora cuando la lluvia no cesa y los cerros que rodean nuestro valle se deslizan incontenibles sobre frágiles casas y sinuosas calles, no encuentro mejor bálsamo que estos versos vestidos de franela caqui. Su naturalidad, crudeza y desenfado son la mejor muestra de esa etapa temida y excitante llamada adolescencia.

Sus autores son jóvenes integrantes del Circuito Liceísta de las Letras de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, bajo la paciente guía de la profesora Raquel Molina. Vayan pues estos versos nuevos en auxilio de nuestra ciudad y develen al fin, el azul lúcido característico del cielo de diciembre.

Karen Díaz: Nace el 2 de agosto de 1988. Le gusta leer libros de suspenso. Estudia 5º año de ciencias liceo Francisco Espejo.


Transito

esta ciudad en mute

pájaros de dióxido de carbono

cantan al atardecer

siento una armonía de sonidos

en este silencio

hay historias grabadas en el asfalto

sólo su gente las puede leer

en esta ciudad embriagada de autos

sin embargo

se sospecha una claridad de un hermoso día.


Geison García: Nació en Cundinamarca, Colombia, el 21 de octubre de 1988. Le gusta leer, la música y practicar skater. Participó en el recital de clausura de la Bienal Juan Beroes año 2005.


Era una ciudad grande

de calle gélidas y grises,

siniestros rincones

parecían devorar el alma

como si se cubrieran de maldad .

Podía sentir su furia

igual que una presa acorralada

solo esperando

en medio de un juego sádico

el turno del otro.

Un sentimiento casi moribundo

me consumía

me licuaba las entrañas

horrorizado esperaba morir

¡Pero no!

Edgar González Abreu: Nace en 1987 en Valera estado Trujillo. Estudia en el Liceo Cristóbal Rojas, le gusta pintar, escribir y leer.


Ritmo

Atravesamos las carreteras angostas,

la flora perdida entre los escombros

pulcro se detiene el alarido,

uno, medio, cero.

La garganta del edificio se extiende

faroles cuerpo a cuerpo desaparecen,

el vago ritmo sobrenatural

oprimiendo, cortando,

columnas de pensamientos retraídos

almaceno los trajes del crepúsculo,

retoca el ritmo a la ventana

mientras mi mano destila una sombra,

los gritos siguen en su viaje

de pérdida y encuentro,

al costado de un mundo aparente

se abre otra ventana,

surco su llovizna

y se ramifican caballos,

y se sienten espadas,

máscaras, océanos, nebulosas.

Con un hilo mido la realidad,

el prisma onírico retoma los cuerpos,

escapa el tiempo,

me detengo

y aletea el suspenso,

la ventana me succiona.

Mis pupilas regresan a la cuadra

termino el olvido, comienza el mundo

y existe la ventana.

Alejandra Blanco:Nace en Caracas el 18 de noviembre de 1995. Le gusta leer, cantar, ir al cine y aprender nuevas cosas. Estudia 1er año de bachillerato en el Centro de Educación Valle Abierto


Cicatrizan tus nombres

mientras se convierten en gotas de junio

caen en el atardecer

repujando la noche

sumergidos en las pupilas de los carros

despierto

y espero mi vida.


Estrella Gomes: Nace en el estado Miranda en 1990. Ex integrante del Circuito Liceísta de las Letras. Facilitadora del Sistema Nacional de Talleres Literarios.


Y volvemos a esta acera

repetida en pisadas

ella nos esconde en su vientre,

adivinamos desgracias

y desgarramos carne de rutina.

En este rincón del mundo

inventamos verbos

los negociamos

en la ebriedad de la esperanza

y somos nosotros mismos

comiéndonos

mordiendo el horizonte.


Barreto Hernández, Frenesis. Nace en 1994 en Santa Rita, Edo. Aragua.


VIÑA DEL MAR

VIÑA DEL MAR

Cuando vi saltar las olas sobre la balaustrada del malecón bañando el asfalto  pensé: El Pacífico como que no lo es tanto. Tiene su car...