
Mientras subía las escaleras que conducen del sótano 2 al nivel Libertador del Multicentro Empresarial del Este pensaba que sólo, en las últimas tres semanas, había oído dos calificativos preocupantes para nuestra ciudad.
El primero fue “Ciudad Infernal”. Absolutamente inaceptable –al menos para mí–. Especialmente porque salió de boca de un reconocido poeta venezolano al finalizar una hermosa velada de lectura de poesía en el Centro Cultural Chacao. Vaya forma que encontró el poeta para agradecerle a la nutrida concurrencia que venció el tráfico y la lluvia tras culminar sus horas laborales con esa relajante actividad.
Malagradecidos que son algunos.
El segundo adjetivo fue “frágil”. En este caso, auténtica mezcla de impotencia y amor desesperanzado en los labios de la sensible poeta y escritora Edda Armas, vísperas de bautizar el segundo libro que recoge los relatos de 15 narradores urbanos editado por La Fundación para la Cultura Urbana.
En esas estaba…cartera y lap top al hombro, con un pié en el pasillo y otro en el ascensor que me subiría al piso 18, cuando de repente, se apagó la luz. La verdad es que por estos lares no estamos acostumbrados a eso, o no estábamos. Cuando se va la luz es por pocos minutos, a veces segundos. Así que tanteando el camino mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad me acomodé en una silla de la pastelería y me senté a esperar…
Junto a los minutos se amontonaban las conjeturas. Los celulares no respondían órdenes; ni mensajes ni llamadas. Los vigilantes corrían nerviosos tras la liberación de los que se habían quedado atrapados en los ascensores. Algunas lámparas parpadeaban con flojera como para hacernos creer que ya todo había pasado, pero la luz no se animaba a brillar. Después de tomarme un refrescante papelón con limón, que fue lo único que pudieron venderme sin la ayuda de una máquina eléctrica y tras advertir que pagaría con el monto exacto, salí a la calle a ver qué pasaba.


Caos total. Las bocas del Metro de Chacao escupían miles de almas que al quedarse sin esa vital forma de transporte, colmaron las calles ante las insuficientes aceras. Bajo los semáforos inservibles algunos fiscales de transito agitaban brazos y pitos al viento en la búsqueda de un orden imposible. Escuché algunas cosas muy divertidas: –¡es un sabotaje! Gritaba uno que a la vez insistía con su celular. ¡Claro! –Ese es Bush que no tiene más nada que hacer y bajó la cuchilla de la luz, –Le espetó una señora con risa socarrona...Dicen que se fue en todo el país... Que están empezando a saquear algunos negocios en Chacaito…
Di media vuelta y alumbrándome con la pantalla del teléfono bajé los dos sótanos oscuros que me separaban de mi carro; de mi radio alimentado por una batería; de mis luces de carretera. La gente que hacía cola para pagar el estacionamiento no estaba menos crispada. Me costó más de media hora alcanzar la taquilla y otra media hora la calle.
La avenida Francisco de Miranda era un gran estacionamiento donde se agolpaban carros, autobuses, motos y gente. Mucha gente, que salía a borbotones de todas partes. La penumbra también arropaba las noticias. Apagón generalizado. Más de 10 estados de todo el país sin luz.
Caracas, ciudad frágil. ¿Cuándo te darán las vitaminas para que sigas creciendo fuerte, robusta, saludable?